El teléfono sonó cuando María ya no esperaba nada, cuando ya no sentía ni padecía su ausencia.
María ya no lloraba, por él ni por nada.
Estaba hueca, hasta la rabia y la pena que sintió en su día le abandonaron por aburrida.
Su piel se volvió áspera y seca, sus ojos vidriosos, por esa familia de lágrimas que había encontrado en sus ojos el mejor hogar.
María estaba vacía pero ya no pensaba en él, y se había acostumbrado al frío en sus huesos, puesto que en cierto modo había paz.
Y de repente esa llamada…. Pidiendo perdón y dándole explicaciones.
Había soñado tantas veces con esa llamada, con esas disculpas, con ese ‘te echo de menos’.. Y ahora que lo escuchaba era incapaz de sentir alegría, ni odio siquiera…
Seis meses era mucho tiempo… Había tardado seis meses en disculparse, 6 meses en los que ella se había consumido y ahuecado.
Ella nunca habría desaparecido así, nunca le habría echo sentir insignificante.
Segunda oportunidad?? El amor verdadero nunca tiene segundas oportunidades porque nunca falla.
María le dijo que no. Y su piel resplandeció por la claridad que desprendía su alma. Su orgullo gritó todo lo que había callado y logró sostenerla en pie.
María ya no es opaca, María es otra mujer